Íbamos por la carretera, y a los lados, pastaban tranquilamente todos estos caballos.
No podía resistir la tentación de bajar del coche y acariciarlos un poco. Asi que, paramos en medio de la carretera, y bajé, con la idea de tomarles unas fotos.
Al princìpio, se asustaban, y comenzaban a disiparse.
Saqué una barra de pan duro que llevábamos para los gamos, y se la enseñé. Al verla, uno de los caballos se acercó y le dió un bocado. Eso fué el detonante para que perdieran el miedo, y se acercaran todos, en tropel, a mi.
Mientras el blanco me mordisqueaba el pelo, otro me empujaba con el hocico, unos cuantos chupeteaban el coche, y otro olisqueaba la cámara.
Y entre tanto, Pablo tomaba fotos de mi con ellos.
© Pablo Dominguez photography