©MayteVidal Photography
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lunes, 22 de marzo de 2010
viernes, 19 de marzo de 2010
En el bosque
Voy a mostraros una foto de mi amigo Pablo, que me gusta mucho.
Tal vez pueda provocar un poco de frio, pero es lo que hemos tenido este invierno, frío, mucha agua y... hielo, que es el resultado de esa combinación "explosiva"
El texto, tan solo es un trozo de relato, un pequeño cuento, salido del interior de mi cabeza...
Caminaba pausadamente entre la espesura del bosque helado, envuelto en su silencio, que repentinamente cesó.
Fué roto por la dulzura de una voz cantarina.
Dirigí mis pasos hacia el lugar de donde provenía tan cristalino sonido, y encontré, sentada sobre una roca llena de musgo, a la orilla de un arroyo de aguas danzarinas, a una pequeña ninfa, de aspecto frágil.
De sus labios salía una hermosa melodía, que me dejó ensimismado, mientras peinaba sus cabellos dorados con un peine de cristal.
En algunos momentos, alargaba su brazo, y sus dedos finos rozaban el agua en una sutil caricia, mientras la dulce melodía élfica continuaba brotando de su garganta.
Mi respiración era tranquila, pausada...sentía una paz infinita.
Tal vez pueda provocar un poco de frio, pero es lo que hemos tenido este invierno, frío, mucha agua y... hielo, que es el resultado de esa combinación "explosiva"
El texto, tan solo es un trozo de relato, un pequeño cuento, salido del interior de mi cabeza...
Caminaba pausadamente entre la espesura del bosque helado, envuelto en su silencio, que repentinamente cesó.
Fué roto por la dulzura de una voz cantarina.
Dirigí mis pasos hacia el lugar de donde provenía tan cristalino sonido, y encontré, sentada sobre una roca llena de musgo, a la orilla de un arroyo de aguas danzarinas, a una pequeña ninfa, de aspecto frágil.
De sus labios salía una hermosa melodía, que me dejó ensimismado, mientras peinaba sus cabellos dorados con un peine de cristal.
En algunos momentos, alargaba su brazo, y sus dedos finos rozaban el agua en una sutil caricia, mientras la dulce melodía élfica continuaba brotando de su garganta.
Mi respiración era tranquila, pausada...sentía una paz infinita.
Parecía haber sufrido un encantamiento.
Aún así, mi corazón latía desenfrenadamente por la contemplación de tan inusual escena.
De pronto, la bella ninfa giró su rostro hacia mi, y sus ojos azules, del mismo azul del agua del arroyo, se clavaron en los mios.
Fué una mirada fija, llena de fuerza y a la vez, dulce y alegre.
La melodía que entonaba, cesó un instante, el instante justo en que me dedicó la más bella sonrisa que jamás imaginé.
Ella volvió su rostro hacia el arroyo de aguas cristalinas, y sobre unas ramas que caían sobre él, depositó el peine con el que había estado peinando sus cabellos.
Después, desapareció en las frías aguas, llevándose consigo su dulce melodía.
Cuando por fín salí de mi estado de encantamiento, cogí mi cámara y fotografié el peine que la bella ninfa había depositado sobre la rama.
Era el recuerdo imborrable de lo que había visto allí.
Fotografía: © PabloDominguez
Texto: © MayteVidal
Aún así, mi corazón latía desenfrenadamente por la contemplación de tan inusual escena.
De pronto, la bella ninfa giró su rostro hacia mi, y sus ojos azules, del mismo azul del agua del arroyo, se clavaron en los mios.
Fué una mirada fija, llena de fuerza y a la vez, dulce y alegre.
La melodía que entonaba, cesó un instante, el instante justo en que me dedicó la más bella sonrisa que jamás imaginé.
Ella volvió su rostro hacia el arroyo de aguas cristalinas, y sobre unas ramas que caían sobre él, depositó el peine con el que había estado peinando sus cabellos.
Después, desapareció en las frías aguas, llevándose consigo su dulce melodía.
Cuando por fín salí de mi estado de encantamiento, cogí mi cámara y fotografié el peine que la bella ninfa había depositado sobre la rama.
Era el recuerdo imborrable de lo que había visto allí.
Fotografía: © PabloDominguez
Texto: © MayteVidal
domingo, 7 de marzo de 2010
En recuerdo de un enorme pequeñajo peludín
Muchos habréis visto esta foto y leído el relato en mi facebook. Otros, lo haréis desde aquí.
Blas era mi hamstercillo.
Ayer, sábado, decidió que era hora de subir al cielo, y nos dejó su cuerpecillo inerte en un rincón de su jaula, y su recuerdo, imborrable, en nuestros corazones y en estas fotillos que ahora presento en forma de collage.
Blas correteó de un rincón a otro.
Olisqueaba levantando su hociquillo, los bigotes, tan finos, en tensión.
Dió una vuelta y se paró. Comenzó a escarbar y de pronto ante él apareció una avellana que había escondido en aquél lugar la noche anterior.
La cogió con sus pequeñas manitas, y la llevó a su boca, y con ella entre los dientes, correteó hacia el rincón opuesto de su jaula de colores.
De repente, ante sus ojos, aparecieron dos ratoncillos menudos, como él.
Los miró curioso. Se parecían mucho a él, pero tenían unas cositas medio transparentes sobre sus espaldas.
- Hola- les dijo- ¿Queréis una avellana? Tengo más almacenadas...¿Qué es eso que tenéis ahí?- preguntó con curiosidad.
- Hola, Blas-respondió uno de los ratoncillos- Ésto que tenemos son alas.
- Y... ¿para qué sirven?
- Para volar hasta el cielo- le dijo el otro ratón- ¿Querrás venir con nosotros?
Blas volvió su cabecita hacia atrás, y observó su lomo.
- No podré acompañaros en vuestros juegos...-les dijo un tanto entristecido- Yo no tengo...
- No te preocupes, confía en nosotros- le dijeron.
Entonces, los dos ratoncillos le tomaron de ambas manitas, y moviendo sus alitas transparentes, comenzaron a elevarse.
Blas sentía un poco de miedo. No notaba el mullido suelo de su jaula bajo sus pies, solo aire.
- Ahora, tú solito- le dijo uno de los ratones, mientras soltaba su mano de la de Blas.
- Nooo.....- dijo Blas, asustado.
- Puedes hacerlo- le dijo el otro ratón, soltándole a su vez.
El pánico se apoderó de Blas, pero solo duró lo que dura un suspiro. No caía...flotaba en el aire...Entonces, volteó su cabecita peluda, y observó en su lomo un par de alitas transparentes.
Sus ojillos brillaron de felicidad.
- ¡¡Tengo alas como vosotros!!- exclamó- Ahora podré seguiros y jugar con vosotros. ¡¡Y podré volar hasta el cielo!!
Los dos ratoncillos asintieron con sus cabecitas, y agitaron con dulzura sus pequeñas alas.
Comenzaron a elevarse más y más, y Blas les siguió. Subía hacia el cielo...
- ¡¡¡Mamá!!!- gritó Ángel- ¡¡Blas está muerto!!
Óscar se acercó a la jaula de Blas, junto a su hermano.
- No está muerto- dijo con su vocecilla- Solo está dormido, y un poquito resfriado, y se le han hecho tapones y por eso no escucha.
- ¡Está muerto! ¿No le ves que está tieso?
- ¿Está muerto, mamá?- me preguntó, mirándome con sus ojos brillantes.
- Si- le respondí- Se ha ido al cielo de los ratones.
- Y...¿porqué?
- Porque ha llegado su hora de subir al cielo, y desde allí te verá todos los días.
Óscar salió corriendo, y volvió al instante con su muñeco preferido. Lo puso junto a la jaula de Blas.
- Le dejo a Blas mi muñeco, para que le haga compañía- me dijo.
Acaricié su cabeza. Sus ojos brillaban y su boca se torcia en una sonrisa triste.
- Estoy triste- me dijo- ¿Sabes porqué?
- ¿Por qué? - le pregunté
- Por lo de Blas- me dijo, mientras dos lágrimas salían de sus ojillos.
- No estés triste- le dije- Blas está en el cielo, y te ve todo el rato. Ahora mismo te está mirando y se pone triste si tú estás triste. Asi que, sonríe para que él esté contento, ¿vale?
- Vale- me dijo, frotándose los ojos- Pero esta noche, le dejo mi muñeco para que le haga compañía.
- Muy bien- le dije mientras le metía en la cama y le arropaba.
Cerró sus ojos, y se durmió, pensando en Blas, cuyo recuerdo había quedado ya guardado para siempre en su corazón.
Sony α100, Sigma 70-300 ApoMacro f/4-5.6, SAL 1870 f/3.5-5.6
© MayteVidal Photography
Blas era mi hamstercillo.
Ayer, sábado, decidió que era hora de subir al cielo, y nos dejó su cuerpecillo inerte en un rincón de su jaula, y su recuerdo, imborrable, en nuestros corazones y en estas fotillos que ahora presento en forma de collage.
Blas correteó de un rincón a otro.
Olisqueaba levantando su hociquillo, los bigotes, tan finos, en tensión.
Dió una vuelta y se paró. Comenzó a escarbar y de pronto ante él apareció una avellana que había escondido en aquél lugar la noche anterior.
La cogió con sus pequeñas manitas, y la llevó a su boca, y con ella entre los dientes, correteó hacia el rincón opuesto de su jaula de colores.
De repente, ante sus ojos, aparecieron dos ratoncillos menudos, como él.
Los miró curioso. Se parecían mucho a él, pero tenían unas cositas medio transparentes sobre sus espaldas.
- Hola- les dijo- ¿Queréis una avellana? Tengo más almacenadas...¿Qué es eso que tenéis ahí?- preguntó con curiosidad.
- Hola, Blas-respondió uno de los ratoncillos- Ésto que tenemos son alas.
- Y... ¿para qué sirven?
- Para volar hasta el cielo- le dijo el otro ratón- ¿Querrás venir con nosotros?
Blas volvió su cabecita hacia atrás, y observó su lomo.
- No podré acompañaros en vuestros juegos...-les dijo un tanto entristecido- Yo no tengo...
- No te preocupes, confía en nosotros- le dijeron.
Entonces, los dos ratoncillos le tomaron de ambas manitas, y moviendo sus alitas transparentes, comenzaron a elevarse.
Blas sentía un poco de miedo. No notaba el mullido suelo de su jaula bajo sus pies, solo aire.
- Ahora, tú solito- le dijo uno de los ratones, mientras soltaba su mano de la de Blas.
- Nooo.....- dijo Blas, asustado.
- Puedes hacerlo- le dijo el otro ratón, soltándole a su vez.
El pánico se apoderó de Blas, pero solo duró lo que dura un suspiro. No caía...flotaba en el aire...Entonces, volteó su cabecita peluda, y observó en su lomo un par de alitas transparentes.
Sus ojillos brillaron de felicidad.
- ¡¡Tengo alas como vosotros!!- exclamó- Ahora podré seguiros y jugar con vosotros. ¡¡Y podré volar hasta el cielo!!
Los dos ratoncillos asintieron con sus cabecitas, y agitaron con dulzura sus pequeñas alas.
Comenzaron a elevarse más y más, y Blas les siguió. Subía hacia el cielo...
- ¡¡¡Mamá!!!- gritó Ángel- ¡¡Blas está muerto!!
Óscar se acercó a la jaula de Blas, junto a su hermano.
- No está muerto- dijo con su vocecilla- Solo está dormido, y un poquito resfriado, y se le han hecho tapones y por eso no escucha.
- ¡Está muerto! ¿No le ves que está tieso?
- ¿Está muerto, mamá?- me preguntó, mirándome con sus ojos brillantes.
- Si- le respondí- Se ha ido al cielo de los ratones.
- Y...¿porqué?
- Porque ha llegado su hora de subir al cielo, y desde allí te verá todos los días.
Óscar salió corriendo, y volvió al instante con su muñeco preferido. Lo puso junto a la jaula de Blas.
- Le dejo a Blas mi muñeco, para que le haga compañía- me dijo.
Acaricié su cabeza. Sus ojos brillaban y su boca se torcia en una sonrisa triste.
- Estoy triste- me dijo- ¿Sabes porqué?
- ¿Por qué? - le pregunté
- Por lo de Blas- me dijo, mientras dos lágrimas salían de sus ojillos.
- No estés triste- le dije- Blas está en el cielo, y te ve todo el rato. Ahora mismo te está mirando y se pone triste si tú estás triste. Asi que, sonríe para que él esté contento, ¿vale?
- Vale- me dijo, frotándose los ojos- Pero esta noche, le dejo mi muñeco para que le haga compañía.
- Muy bien- le dije mientras le metía en la cama y le arropaba.
Cerró sus ojos, y se durmió, pensando en Blas, cuyo recuerdo había quedado ya guardado para siempre en su corazón.
Sony α100, Sigma 70-300 ApoMacro f/4-5.6, SAL 1870 f/3.5-5.6
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